Me gusta contar mi historia. Me gusta que cada persona con la que trabajo sepa y entienda que no existe ningún "don con los perros", que yo también tuve un perro con problemas. Y me gusta recordarlo, porque gracias a él estoy aquí.
He crecido entre perros, y aunque hace años, la forma en la que hacíamos vida con ellos era diferente, siempre han formado parte de nuestra familia y han sido tratados con un respeto y cariño que supongo que sentó las bases de mi forma de relacionarme con ellos.
Cuando me independicé, adopté a mi primer perro, Truko. Un bóxer que me volvía loca y me daba paz a partes iguales. Y mi vida cambió para siempre...
Nos hicimos inseparables, creamos un vínculo admirable, nos acompañamos, reímos, sufrimos, viajamos, pero sobretodo, aprendimos mucho juntos.
Pero hubo algo que nos costó superar...
Truko tenía bastantes problemas de socialización con otros perros. Y como suele pasar en estos casos, yo, cada vez estaba más nerviosa e insegura, y él cada vez se comportaba peor. Salir de paseo se había convertido en un auténtico infierno...
Yo, para entonces, no sabía nada sobre adiestramiento que lo que se veía por televisión y decidimos acudir a un adiestrador que nos recomendaron.
Nada más llegar, a Truko le colocaron un collar de púas metálicas y nos pusieron en una pista de adiestramiento a dar vueltas con muchos otros perros, cada uno con un problema distinto. A mi no me encajaba mucho la cosa, pero cuando no tienes ningún conocimiento, confías en el buen hacer de un "profesional reputado".
Para aquel adiestrador, al parecer, entrenar la obediencia ( lo que conocemos como las órdenes de sentado, tumbado, o acudir a la llamada) era la solución a todos los problemas de comportamiento. Y además, no una obediencia colaborativa y a través de refuerzos positivos, sino a base de tirones secos de correa, collares de ahogo y descargas eléctricas.
Cada vez que me acuerdo de cómo enseñó a tumbarse a mi perro, se me encoge el alma... "Pisa el centro de la correa y pega un tirón". Truko se tumbó porque físicamente no podía hacer otra cosa...pero todavía escucho su grito de dolor :,(
A medida que el tiempo pasaba, Truko estaba peor. No quería ir al centro de adiestramiento, seguía peleándose igual o más, y nuestro vínculo se había estropeado... Me había cogido miedo y le veía muy triste. Obviamente, dejamos de asistir a las clases.
Fue entonces cuando vi la necesidad de encontrar una alternativa más ética y respetuosa de enseñar a los perros. Comencé a investigar y a formarme y conocí el adiestramiento cognitivo emocional.
Conforme iba adquiriendo conocimientos, peor me sentía de haber hecho pasar por aquello a Truko. Entendí que aquel adiestrador era de lo que se denomina vieja escuela, con técnicas y conocimientos muy desfasados, de los que sólo van a la conducta observable. Desde luego, si consideraba que los perros tienen emociones, no actuaba en base a ello. A día de hoy, sé que no se puede trabajar de la misma forma un perro con agresividad que un perro inseguro, que existe un lenguaje canino, que los perros necesitan desarrollar capacidades para enfrentarse a los diferentes estímulos y que la gestión emocional es la base para la resolución de conflictos. Que un perro obediente no es un perro feliz y equilibrado, que está muy bien que le llames y venga, pero que eso no te va a solucionar los conflictos, porque detrás de cada comportamiento, hay una emoción que lo desencadena, y es allí donde hay que trabajar.
Por suerte, poco a poco, fui entendiendo a mi perro, aprendiendo a comunicarnos de forma honesta, a ofrecerle alternativas lícitas, a apoyarle y a confiar en él, y él en mí.
Pudimos solucionar el problema, pero fue un proceso largo.
¿Y qué me ha enseñado todo este proceso?
Lo primero, que el término adiestramiento es un concepto muy amplio, que por desgracia, engloba prácticas muy dañinas y que es muy importante conocer y evaluar cada técnica y a cada profesional antes de poner la salud emocional de tu perro en sus manos. No hace falta hacer daño, no hace falta provocar miedo ni castigar, los perros pueden aprender con la única motivación de agradarnos.
Lo segundo, que al igual que pasa con las personas, tampoco existe el perro perfecto, cada uno tiene su genética, su carácter, su personalidad y sus circunstancias. Pero, que con paciencia, trabajo y los conocimientos necesarios casi todos los problemas tienen solución. Y si no la tienen, existen formas de reducirlos y manejarlos que nos van a facilitar la vida, pero, que como tutores de los perros de nuestra familia, es nuestra responsabilidad buscar la solución más adecuada para cada caso e invertir el tiempo y el dinero que sea necesario. Estoy segura de que ellos lo harían por nosotr@s.